Hoy hace doscientos nueve años «deliberó la Junta [General del Principado] con asistencia del Real Acuerdo, y por el que se celebró en el día de hoy, llevar á efecto el armamento del Exército Defensivo Asturiano, en obsequio de la Religión, de la Patria, y de la común felicidad».
Por contra, hace unas semanas un extraño grupo denominado «Asturias Laica» al parecer propuso al Ayuntamiento de Oviedo convertir la fecha del 25 de mayo en una especie de de fiesta laica. Se entiende mal que la propuesta se dirija al Ayuntamiento y no al Parlamento autonómico que actualmente usurpa el nombre de la Junta General; a no ser por encontrarse el consistorio ovetense en manos de un tripartito frentepopulista cuyo desprecio por la verdad y por la historia supera incluso al exhibido anteriormente por el Partido Popular.
La extravagante propuesta fue bien acogida, como era de esperar, por el Partido Socialista y por «Podemos» («Somos»). Para comprobar la radical falsedad de su planteamiento vendrá bien comparar la Declaración que la Junta General del Principado de Asturias hizo aquel veinticinco de mayo de 1808 con las afirmaciones en apoyo de la propuesta laicista efectuadas por el Concejal de Cultura del Ayuntamiento de Oviedo, Roberto Sánchez Ramos, de Izquierda Unida.
Dice Sánchez Ramos, según los medios, que en 1808 la Junta General del Principado «se proclamó soberana» y declaró la guerra a la Francia de Napoleón.
Dice la Junta General del Principado en 1808 que declara la guerra a Napoleón «por la disfrazada prisión de nuestro Rey Fernando el VII, y toda la familia de Borbón en el interior de la Francia». Para los asturianos de 1808, no había más soberanía que la del Rey.
Dice Sánchez Ramos que ese día los asturianos se sintieron «pueblo» y fueron «sujeto activo» en lugar de «lacayos del Rey».
Confundir «lacayo», un oficio muy respetable, con «vasallo» es una muestra de incultura llamativa en un concejal «de cultura». El 25 de mayo de 1808, por el contrario, la Junta General del Principado de Asturias vuelve a proclamarse vasalla del Rey Fernando VII, y en su nombre se alza, negándose a «admitir esta dura ley represiva de su libertad … y creyendo ya indicada en ella la esclavitud, a que con ofensa de la Religión, del Rey y de la Patria, le disponía … la abominable y negra perfidia de Napoleón, Emperador de los Franceses».
Dice Sánchez Ramos que el 25 de mayo «representa todos los valores de una sociedad democrática y los elementos contemporáneos que configuraron después una sociedad más cercana a la actual».
Dice mal el concejal de Izquierda Unida, porque en 1808 la Junta General del Principado dice todo lo contrario. Su declaración de entonces representa todos los principios (que no «valores») del Antiguo Régimen, del régimen tradicional, sacral, monárquico, católico y representativo, en contraposición con la disociedad actual, hija de la Revolución francesa que Napoleón representaba.
La Religión, la única verdadera, se invoca repetidamente en la declaración de 1808, antes que ninguna otra cosa. Asturias, como España entera, nació cristiana, es cristiana esencial y constitutivamente. El emblema de Asturias es la cruz, la Cruz de la Victoria.
Y la Patrona de Asturias es la Santísima Virgen de Covadonga, cuya fiesta se celebra el día 8 de septiembre. Fiesta que el moderno laicismo ha querido convertir en un «Día de Asturias» absurdo y vacío. Antes del disparate autonómico no había más «Día de Asturias» que un festejo veraniego gijonés con carrozas y grupos folklóricos.
Celebremos, sí, con orgullo el Veinticinco de Mayo. Una fiesta contrarrevolucionaria y una declaración, la de la Junta General del Principado de Asturias en 1808, que puede resumirse en: Dios, Patria, Fueros y Rey legítimo. El lema del Carlismo, de la Comunión Tradicionalista. La continuidad histórica de aquella Junta General la representa desde 1833 la Junta Carlista del Principado.
Oviedo y Mayo 25 de 2017, fiesta de la Ascensión del Señor.