Procesión del Santísimo Corpus Christi de 1964 en Oviedo. Foto Segura
Tres jueves hay en el año que relucen más que el sol: Corpus Christi, Jueves Santo y el día de la Ascensión.
Duele dar cuenta de lo bien conocido: que hoy jueves en Oviedo no hay procesión del Corpus, ni Misa del Corpus, ni nada de nada. Como recordábamos recientemente —el jueves de la Ascensión, otro tanto de lo mismo—:
Una de las fiestas más importantes del año. En toda la Cristiandad, especialmente en España, y muy especialmente en Oviedo. Pero con Juanito (alias Juan Carlos) y con la Conferencia Episcopal, llegó el bonapartismo al calendario festivo.
Por nuestra parte celebramos la festividad hoy mismo. La Asturias oficial —laica o eclesiástica, municipal o autonómica— es tan artificial que no cuesta tanto vivir al margen; y aunque cueste un poco, merece la pena ignorarlos.
Y como decía ayer una nota de la agencia FARO, a propósito de los populares versos que encabezan esta entrada:
… tres importantísimas fiestas que, casualmente, han sido suprimidas —«trasladadas», dicen, como si se pudiera, del jueves al domingo; con la relativa excepción del Jueves Santo, desnaturalizado y pendiente de un hilo— por la actuación cómplice del régimen constitucional de 1978 y de la Conferencia Episcopal. Engendro éste de 1966, tras el Vaticano II, que carece de verdadera autoridad y no tiene encaje en la constitución divina de la Iglesia.
Quedan aún localidades que mantienen el carácter festivo oficial del Corpus Christi. Si no es el caso de aquéllas donde residimos, permanece para nosotros el deber de celebrarlo, como católicos y como españoles. Vivamos este jueves 16 de junio de 2022 plenamente como festivo. Para empezar, hay que abstenerse de hacer compras: ni siquiera por Internet, ni siquiera el pan. En la medida de lo posible, no se debe trabajar ni acudir a los centros de enseñanza. Hay que vestirse adecuadamente; preparar una comida de celebración…
Para quienes no tienen posibilidad de oír en persona la Misa del Corpus, Internet ofrece la posibilidad de seguir en directo la Santa Misa tradicional. (Toca prestar atención y asegurarse que sea la de la fiesta del Corpus Christi: vivimos tiempos de confusión también entre los supuestamente fieles a la tradición católica). En cualquier caso podemos leer la Misa del día en nuestros misales; rezar, por supuesto, el Santo Rosario; en este mes del Sagrado Corazón de Jesús, que es también su Corazón eucarístico, encomendarnos a Él. Nada de eso sustituye a estar presente en Misa, pero todo ello ayuda.
Y el próximo domingo 19 recordemos que no es la fiesta del Corpus Christi.
La fecha de hoy, 28 de mayo, suele considerarse la de la Batalla de Covadonga en el año 722. Así que conmemoramos su XIII centenario. Aunque aún sean numerosos los que consideran que el año fue el 718.
Precisamente en 1918 se celebró el anterior centenario, el XII, con grandes fastos en toda Asturias. Ahora que se cumplen 1.300 años, ahí es nada, del comienzo de la recuperación de España por parte de un puñado de asturianos de verdad (es decir, verdaderamente cristianos, cerriles como Dios manda) parece que las anunciadas celebraciones quedan en casi nada. Como las del Veinticinco de Mayo.
Quizá sea mejor así. En manos de la peor clase política de nuestra historia, de una casta ignorante, corrupta y desnaturalizada, promahometana y projudía, los actos iban o van a ser vergonzosos. Como hace algo más de dos años anticipaba inteligentemente José Borge Cordovilla, autor y administrador de Mirabilia Ovetensia y de otras iniciativas sobre conservación, difusión y museización del patrimonio histórico y monumental de Asturias, en un manifiesto que LAS LIBERTADES reprodujo en su momento, y que no vendrá mal recordar.
Manifiesto sobre los pretendidos actos y celebraciones «multiculturales» propuestos por el Gobierno del Principado de Asturias en Covadonga en 2022
Desde la administración de «Mirabilia Ovetensia» y de todos nuestros demás grupos y páginas de reconstruccionismo histórico, divulgación y promoción de la protección del patrimonio, donde trabajamos en la interpretación de los datos históricos y arqueológicos persiguiendo el máximo rigor, asistimos estupefactos a las políticas de nuestros gobernantes, las cuales, lejos de procurar a la ciudadanía la consecución de los objetivos más arriba expuestos, se dedican, muy por el contrario, al gasto de dinero público en la «colocación» a la población de su ideario político, con fines de adoctrinamiento, ideario éste de importación ajeno —y contrario— al interés general, que, en este caso, no sería otro que el de la disposición de los medios para posibilitar el esclarecimiento de la verdad histórica —para lo cual se precisa el destino de fondos a arqueología e investigación—, y la gestión del patrimonio histórico monumental subsiguiente a través de su correcta conservación, museización y divulgación.
Tal patrimonio constituye el testimonio de nuestra identidad histórica como pueblo. En el caso concreto que nos ocupa, en lugar de investigar y preservar el rico patrimonio de Cangas de Onís y Covadonga, lo que serviría para contribuir a esclarecer la figura de Don Pelayo y la materialidad de la organización primigenia del naciente edificio político del Reino de Asturias, léase, a título de ejemplo: protección y arqueología del «torreón de Cangas», igualmente protección y difusión del «Campo de la Xura», arqueología extensiva en otros enclaves de interés del Concejo, como Santo Toribio (ermita), Mestas de Con, o el propio enclave de Covadonga…
En lugar de eso, se impone a la ciudadanía una «celebración multicultural» cuyo fin no es otro que el de minar el conocimiento histórico, difuminando las verdaderas herramientas para su consecución en un «diálogo entre antiguos adversarios» (sin perjuicio del mismo, como hemos señalado, las prioridades, evidentemente, serían otras), jaleando y dando alas a los colectivos de «negacionistas» de la historia de Asturias y de España, fomentando la teoría de la «ficción legendaria» del personaje de Don Pelayo, quedando, de este modo, difuminadas y en segundo plano, una vez más, nuestras señas de identidad como pueblo.
Así que, por nuestra parte: ¡viva la Virgen de Covadonga! ¡Viva Asturias! ¡Viva España! ¡Viva el legítimo sucesor de Don Pelayo, Don Sixto Enrique de Borbón!
Retablo de la Ascensión, capilla de la Universidad de Oviedo. Es de posguerra, por supuesto: el histórico ardió cuando los rojos quemaron la Universidad en 1934
Tres jueves hay en el año
que relucen más que el sol:
Corpus Christi, Jueves Santo
y el día de la Ascensión.
Una de las fiestas más importantes del año. En toda la Cristiandad, especialmente en España, y muy especialmente en Oviedo. Pero con Juanito (alias Juan Carlos) y con la Conferencia Episcopal, llegó el bonapartismo al calendario festivo.
Aun con las limitaciones legales (que no legítimas), si hubiera cabeza y no hubiera mala voluntad, no sería difícil celebrar la Ascensión en su día, es decir, hoy jueves. Si el vergonzante tripartito municipal (que dicen que no son rojos) tuviera voluntad, podríamos estar celebrando hoy la fiesta. Y si Gabino de Lorenzo (el Alfredo Canteli de hace unos años) no hubiera dejado caerse la plaza de toros, con corrida también.
Por nuestra parte celebramos la festividad hoy mismo. La Asturias oficial —laica o eclesiástica, municipal o autonómica— es tan artificial que no cuesta tanto vivir al margen; y aunque cueste un poco, merece la pena ignorarlos. Y volveremos a brillar por nuestra ausencia en los actos (supuestamente) por la Ascensión programados para el fin de semana. Podrán ocuparnos y oprimirnos, pero no vamos a hacer el triste papel de colaboracionistas.
Hoy hace doscientos catorce años «deliberó la Junta [General del Principado] con asistencia del Real Acuerdo, y por el que se celebró en el día de hoy, llevar á efecto el armamento del Exército Defensivo Asturiano, en obsequio de la Religión, de la Patria, y de la común felicidad».
Hoy, en el año 2022, volvemos a ver a Asturias y a España en manos de afrancesados. En todos los sentidos de este término, todos ellos negativos. Como justo antes de aquel 1808, estamos sometidos a alianzas contra natura y a organismos internacionales contrarios al bien de nuestra región y de nuestra Patria. En realidad estamos mucho peor que entonces: estamos arruinados, devastados. Nuestras instituciones tradicionales han desaparecido. Hay en Oviedo un grotesco parlamento autonómico, un Parlamentín de afrancesados, que usurpa el nombre de la Junta General del Principado. Hay un no menos grotesco gobierno autonómico, también un Gobiernín de afrancesados, que sigue arruinando y endeudando a la región y procurando borrar sus señas de identidad. Se escamotea el verdadero asturianismo y se sustituye por la promoción de lenguas inventadas; se sigue robando a los muertos y a los vivos cada vez que toca recibir una herencia; se niega la protección a la familia y, al contrario, se promociona cuanto pueda ir contra ella; se evita restituir los comunales a los pueblos y se fomenta en cambio la especulación; se facilita la extranjerización, cultural y económica.
Un pueblo como el asturiano no puede seguir así. Tiene que reaccionar. Si no reacciona, desaparecerá.
Empecemos mañana jueves. Que es la fiesta de la Ascensión, de tanta tradición en Asturias. Tratémosla como tal. Aunque un clero también afrancesado nos prive de la Misa de la festividad. Aunque no sea festivo oficial, vivámosla como si lo fuera. Ni hacer compras ni, si es posible, asistir a clase ni al trabajo.
Celebremos hoy de verdad, con verdadero orgullo, el Veinticinco de Mayo. Una fiesta contrarrevolucionaria y una declaración, la de la Junta General del Principado de Asturias en 1808, que puede resumirse en: Dios, Patria, Fueros y Rey legítimo. El lema del Carlismo, de la Comunión Tradicionalista. La continuidad histórica de aquella Junta General la representa desde 1833 la Junta Carlista del Principado.
Oviedo y Mayo 25 de 2022.
Junta Carlista del Principado de Asturias
Libro de 1979. Cuando el Instituto de Estudios Asturianos (IDEA) no había sido aún destruido por el impostor RIDEA actual
El lunes 24 de enero, tres meses antes de cumplir los cien años, ha fallecido en Madrid Rosa María Menéndez Carrillo, viuda de Jaime Caldevilla García del Villar. Ambos nombres van unidos al de la revista Iglesia-Mundo. Jaime Caldevilla, asturiano como su mujer, que había sufrido prisión durante la revolución de 1934, durante la guerra combatió en el Tercio de Requetés de Nuestra Señora de Covadonga. Estudió posteriormente Filosofía y Derecho en Oviedo, aunque su principal dedicación iba a ser el periodismo. Dirigió el diario Región y desempeñó el puesto de consejero de Información y Prensa en la Embajada de España en Cuba, participando como experto de la delegación española en tres asambleas generales de Naciones Unidas. Su época cubana coincide con la revolución castrista, periodo en el que facilitó la salida de la isla a miles de españoles y cubanos. Respecto de éstos su ayuda se extendió y recuerdo en la redacción y administración de Iglesia-Mundo a varios cubanos que se habían beneficiado de su generosidad.
Nació la revista en 1971, en el contexto de la famosa Asamblea Conjunta de obispos y sacerdotes, que agitó las aguas eclesiásticas con la aparición —que a algunos sorprendió, cuando lo que sorprendía era la sorpresa— de un progresismo campante. Una treintena de obispos se hallaba detrás del proyecto, aunque el número decreciera enseguida sensiblemente. Don Laureano Castán Lacoma, obispo de Sigüenza, y don José Guerra Campos, obispo auxiliar de Madrid, se distinguieron particularmente por su apoyo. Además, las tensiones entre los propios obispos, de un lado, y entre los obispos y la revista, de otro, no tardaron en aparecer. El arzobispo de Toledo, don Marcelo González Martín, que quizá no tuvo vinculación inicial con la empresa, fue adquiriendo en cambio con el paso del tiempo indudable relieve. Las razones de todo ello tienen algún punto de misterio, no ajeno al desenvolvimiento de las sapinières eclesiásticas. Y también a la acción de los servicios de información del régimen de Franco. Porque Carrero Blanco también andaba en el juego.
La revista, en todo caso, se movió generalmente por los predios del conservadurismo eclesial, sin entusiasmo por las reformas conciliares, pero sin oponerse tampoco decididamente a ellas. En este sentido, roturaba otros campos distintos de los del ¿Qué pasa?, cuya segunda época, la más interesante, se extendió entre 1964 y 1973, con un estrambote entre 1978 y 1981. La publicación dirigida por el «jabalí» Pérez Madrigal, más selvática, no era controlable por la jerarquía eclesiástica, aunque del lado civil también se moviera alguna mano. Así pues, los colaboradores tradicionalistas eran particularmente visibles. Y, entre ellos, destacaba el libérrimo Alberto Ruiz de Galarreta y su legión de nombres de pluma. En Iglesia-Mundo, en cambio, sólo ocasionalmente pudo darse alguna apertura al tradicionalismo y siempre que no resultara chocante al establishment clerical y civil.
Jaime Caldevilla apenas sobrevivió a Franco, pues falleció en 1976. Su viuda, Rosa, tomó entonces el relevo. De ese momento inmediatamente posterior a la desaparición del primer director datan mis primeros recuerdos personales de Iglesia-Mundo. En 1978, EDIMSA, esto es «Ediciones Iglesia-Mundo, Sociedad Anónima», nombró director a Jesús María Zuloaga, periodista experimentado, inquieto y más bien disparatado, que cambió el formato, de manera poco feliz, y nunca llegó a identificarse ni con la línea fundacional ni con la que otros hubiéramos preferido adquiriese. De origen opusiano, aunque a la sazón con alguna autonomía, fue represaliado como director de Semana en 1966 por haber publicado la víspera del acto anual de Montejurra, en la portada, una foto de Carlos Hugo de Borbón (antes de que cupiera imaginar su posterior traición) con su mujer la Princesa Irene de Lippe-Biesterfeld, seguida de un reportaje interior. Guardo memoria de los consejos de redacción, donde la presencia carlista no era menor, con Juan Sáenz-Díez, Ignacio Toca y Rafael Gambra, además de Juan María Bonelli, Eulogio Ramírez, Vicente Marrero y los dominicos —ambos asturianos— Victorino Rodríguez y Manuel de Tuya. Pero los consejos de redacción no eran decisorios. Decidía Rosa, directora en la sombra, aunque sin entrometerse —todo sea dicho— en las cuestiones técnicas. Rosa Menéndez era una mujer de temperamento fuerte y ejercía —pese a no haber tenido hijos— en su familia de origen como una suerte de matriarca. Sostuvo así con una generosidad y un vigor admirables la que había sido empresa de su marido y que fue también la de su vida.
Zuloaga duró poco, pese a que se esforzó en renovar la revista, pero sin criterio. Una pena, porque era persona con iniciativa y que se hacía querer. Pero era demasiado obvia su inadecuación para una revista del signo de Iglesia-Mundo. Tras una transición en la que, como en la ocasión anterior, se hizo cargo Pedro Rodrigo, buena persona, franco-falangista típico sin particular interés, en 1988 la empresa nombró director a Ricardo Pardo Zancada. Comandante de Infantería, acababa de salir de prisión, a donde había ido a dar de resultas de la intentona del 23-F, en la que por mantener su palabra había participado —entrando en el Congreso— cuando todo estaba ya perdido. Había aprovechado el paso por la prisión militar de Alcalá de Henares para doctorarse en Ciencias de la Información, pues a su formación militar unía la universitaria de periodismo y antes de los hechos evocados había ejercido de redactor-jefe de la revista del Apostolado Castrense Reconquista. Pardo Zancada era un caballero, pero aún menos adecuado que Zuloaga para la dirección de Iglesia-Mundo, pues —pese a esa experiencia periodística— su conocimiento de los asuntos eclesiásticos no era demasiado extenso ni agudo y, además, era de Estado Mayor, esto es, cuadriculado por definición. La revista fue declinando, y no sólo por su culpa, con las inevitables consecuencias económicas, de modo que Pardo Zancada hubo de dejar la dirección, que volvió a las manos —una vez más— de Pedro Rodrigo. El principal elemento de continuidad siguió siendo Rosa Menéndez, en funciones de redactor-jefe, que en verdad quería decir de jefe de todo.
Esos últimos años, la revista se vio obligada a dejar su sede de José Abascal, 57, para trasladarse a una mucho más modesta en el barrio de la Fuente del Berro. Donde moriría merced a la devoción de Rosa, combinada con una decisión equivocada. Javier Urcelay, que merodeaba en ocasiones por la redacción, pero sin formar parte del consejo, presentó un ambicioso proyecto de relanzamiento de la revista, que implicaba unos costes que la empresa no estaba en condiciones de soportar. El cuento de la lechera en versión de tinta y papel. Me opuse en solitario con decisión y cuando me vi derrotado, sin polémicas, le dije reservadamente a Rosa que la revista moriría inevitablemente en poco tiempo desangrada por un gasto que no se resolvería en el crecimiento de los ingresos. Así fue. Si no me confundo, en 1994. El promotor, por cierto, trató de extender el plan a Verbo y la Ciudad Católica, con rotundo fracaso en este caso, pues ahí fue rechazado de modo completo. Como seguí tratando a Rosa Caldevilla, tuve ocasión de evocar la desgraciada decisión más adelante varias veces. En honor a la verdad, Rosa nunca quiso ahondar en el asunto. Lo que me hace sospechar la mano negra de algún sodalicio secreto o, como dicen, discreto.
Nunca dejamos de vernos o de hablar por teléfono. Con gran generosidad me solía llamar para comentar aquellas de mis actividades apostólicas de que tenía noticia por el papel impreso. Sobre todo en Verbo, pero también en el ABC. Las llamadas se fueron espaciando por causa de las dificultades crecientes de audición. De manera que los contactos se limitaron a las visitas, demasiado pocas, que de cuando en cuando le hacía. Todavía en 2019 acudí a su casa de Doctor Fleming, donde la acompañaban ese día una de sus hermanas pequeñas con alguno de sus sobrinos. Estaba muy mayor, claro, pero lúcida, sonriente y decidida. Como siempre. Me fui con esa alegría. Estos dos últimos años han sido perdidos, a causa de las circunstancias de sobra conocidas. Casi centenaria, con la fe recia que siempre tuvo, nos acaba de dejar. Requiescat in pace.
Miguel Ayuso
La redacción de LAS LIBERTADES agradece al Profesor Miguel Ayuso Torres, presidente del Consejo de Estudios Hispánicos Felipe II y director de la revista Verbo, esta necrológica que nos envía desde Madrid de la asturiana Rosa María Menéndez Carrillo, que es también historia del periodismo asturiano.
RT @DiarioEsperanza: «El hecho incontrovertible es que si la Constitución ya albergaba en su seno la más profunda descristianización de nue… 4 hours ago