Hoy hace doscientos quince años «deliberó la Junta [General del Principado] con asistencia del Real Acuerdo, y por el que se celebró en el día de hoy, llevar á efecto el armamento del Exército Defensivo Asturiano, en obsequio de la Religión, de la Patria, y de la común felicidad».
Nuestros antepasados, asturianos legítimamente orgullosos, se alzaron en defensa de la Religión, de la Patria, de las libertades regionales y de la Monarquía tradicional y la Dinastía legítima. En sus propias palabras, recogidas en aquella declaración del 25 de mayo de 1808, quedó meridianamente claro. Se alzaron contra Napoleón, es decir, contra la Revolución francesa: contra Europa. La misma Europa que, triunfante el proyecto revolucionario —encarnado hoy en la «Unión Europea» y en el Régimen del 78—, ha esclavizado a España y arrasado Asturias. Lo que no lograron en 1808 lo fue alcanzando más tarde, década a década, el liberalismo.
Ese Régimen del 78 nos convoca el próximo domingo 28 de mayo a elecciones autonómicas y municipales. Caro, cansino y nada limpio proceso del que no cabe esperar buenos resultados. No obstante, la Junta Carlista del Principado de Asturias —legítima heredera de aquella Junta General de 1808, con la que nada tiene que ver el ridículo Parlamentín ovetense que usurpa su nombre— se siente obligada a dar unas orientaciones al respecto.
En las elecciones municipales sólo cabe otorgar el voto a las candidaturas independientes que lo sean verdaderamente. En caso de que no las haya (como es el caso en gran parte de los concejos asturianos) sólo queda la abstención.
Con el mismo criterio, en las elecciones autonómicas parece aconsejable la abstención. No obstante puede entenderse como aceptable el voto a las listas de SOS Asturias, en cuanto que no constituyen un partido político y que sus propuestas parecen sensatas en su conjunto; especialmente en la circunscripción occidental, donde SOS Asturias nació como SOS Occidente. Aunque veamos con cierta inquietud que se hayan vinculado recientemente a la federación de la «España Vaciada» cuyo portavoz, el diputado aragonés Tomás Guitarte, nos parece un hombre más del Régimen del 78.
En ningún caso debe darse el voto a cualquiera de los partidos políticos y coaliciones que concurren, sucesores todos de los bonapartistas y afrancesados de 1808.
Celebremos pues hoy el Veinticinco de Mayo. Una fiesta contrarrevolucionaria y una declaración, la de la Junta General del Principado de Asturias en 1808, que puede resumirse en: Dios, Patria, Fueros y Rey legítimo. El lema del Carlismo, de la Comunión Tradicionalista. El lema de nuestras banderas de entonces: ¡Asturias nunca vencida!
Oviedo y Mayo 25 de 2023, Octava de la Ascensión.
Junta Carlista del Principado de Asturias. Diputación Permanente
Libro de 1979. Cuando el Instituto de Estudios Asturianos (IDEA) no había sido aún destruido por el impostor RIDEA actual
Posada de Llanera, sábado 1 de abril de 2023. Foto El Campo de Asturias
El pasado sábado 1 de abril se celebró en la Casa de Cultura de Posada de Llanera el I Congreso de la Unión Rural Asturiana (URA), organización profesional agraria independiente que nace al amparo de la plataforma Asturias Ganadera en el marco de las movilizaciones del sector contra las políticas agrarias y territoriales que están acabando con el campo asturiano. Al acto asistieron algunos miembros de la Comunión Tradicionalista y del Círculo Cultural Juan Vázquez de Mella.
Tras una breve presentación, el coordinador de URA, Pablo Álvarez, dio paso a las intervenciones de los ponentes. En primer lugar, Borja Fernández, secretario, centró su exposición en los objetivos fundacionales de la organización, que aspira a canalizar el descontento del sector desde la independencia política y económica, al margen de los partidos y los sindicatos que funcionan como sus correas de transmisión: «URA cuenta en su directiva y asesores con profesionales del campo, ganaderos de todos los ámbitos; producción láctea, vacuno de carne, ganaderos de equino, ganaderos de ovino y caprino, y por supuesto departamento jurídico para asesorar y enfrentarnos jurídicamente con quien sea necesario. Todos ellos con perfiles profesionales independientes política y económicamente; es decir, no venimos aquí a vivir de esto, nuestra meta es intentar mejorar la situación actual desde nuestros distintos ámbitos profesionales».
Cartel anunciador del congreso
A continuación, salió al paso de las acusaciones contra los ganaderos sobre los incendios forestales que han asolado la región: «La realidad es que los montes de Asturias son un polvorín de matorral, bardiones y felecho debido al cese de la actividad agraria y a la nefasta gestión forestal y de desbroces del gobierno del Principado. Han acabado con la ganadería y los pueblos y este es el paraíso natural que quieren y que han conseguido, pero que no nos tomen por idiotas. Los primeros responsables son ellos. Han acabado con los usos y costumbres que han mantenido limpias las zonas rurales durante siglos. Asturias no se quema, la quema esta ideología de ecologismo y animalismo que se está apoderando de nosotros como un cáncer».
Pablo Álvarez, por su parte, expuso algunas consideraciones sobre el sector lácteo y la cadena alimentaria, denunciando el incumplimiento generalizado de la Ley de la Cadena Alimentaria, cuya aplicación impediría la venta a pérdidas y garantizaría la protección del eslabón débil de la cadena: los productores.
Manolo Mallada, en calidad de responsable de montes comunales, trató la problemática en torno a los mismos y la importancia de recuperarlos, instando una legislación que devuelva directamente los montes a los vecinos ahorrándoles los lentos y costosos juicios individuales y evite así el abandono y la ineficiente gestión de estos espacios. Se detuvo en hechos recientes que demuestran la voluntad del Gobierno autonómico de no devolver los comunales a sus legítimos propietarios.
Lisardo García y Antonio Nieto, responsables de reciella (ganadería menor) y de equino respectivamente, se ocuparon de sendos sectores en sus intervenciones.
Finalmente, Juan Ramón Campo, responsable jurídico, trató algunas cuestiones legales, denunció la gravedad de los daños ocasionados por el jabalí, el oso y el lobo y su injusta indemnización (recientemente se ha impugnado con cierto éxito el baremo de daños ocasionados por especies de la fauna silvestre, en espera de resolución judicial) y apeló a la legítima defensa de los ganaderos; precisando, además, que según normativa europea el lobo no está en peligro de extinción, como sí lo están, en cambio, razas autóctonas, domésticas como la cabra bermeya y la oveja xalda, o los caballos asturcones.
Al concluir el acto, la directiva exhortó a los ganaderos: «estad orgullosos de donde venís, defended lo que defendieron nuestros antepasados, no tiréis la toalla y no dejéis nunca que acaben con lo que conocemos bajo la bandera del progresismo ni del animalismo ni del ecologismo. Apoyad este proyecto independiente, formado por gente preparada y seria. Mantened la unidad si queréis que nuestro mundo rural siga vivo. Somos una de las ultimas balas que le queda a la Asturias agroganadera».
Hoy hace doscientos catorce años «deliberó la Junta [General del Principado] con asistencia del Real Acuerdo, y por el que se celebró en el día de hoy, llevar á efecto el armamento del Exército Defensivo Asturiano, en obsequio de la Religión, de la Patria, y de la común felicidad».
Hoy, en el año 2022, volvemos a ver a Asturias y a España en manos de afrancesados. En todos los sentidos de este término, todos ellos negativos. Como justo antes de aquel 1808, estamos sometidos a alianzas contra natura y a organismos internacionales contrarios al bien de nuestra región y de nuestra Patria. En realidad estamos mucho peor que entonces: estamos arruinados, devastados. Nuestras instituciones tradicionales han desaparecido. Hay en Oviedo un grotesco parlamento autonómico, un Parlamentín de afrancesados, que usurpa el nombre de la Junta General del Principado. Hay un no menos grotesco gobierno autonómico, también un Gobiernín de afrancesados, que sigue arruinando y endeudando a la región y procurando borrar sus señas de identidad. Se escamotea el verdadero asturianismo y se sustituye por la promoción de lenguas inventadas; se sigue robando a los muertos y a los vivos cada vez que toca recibir una herencia; se niega la protección a la familia y, al contrario, se promociona cuanto pueda ir contra ella; se evita restituir los comunales a los pueblos y se fomenta en cambio la especulación; se facilita la extranjerización, cultural y económica.
Un pueblo como el asturiano no puede seguir así. Tiene que reaccionar. Si no reacciona, desaparecerá.
Empecemos mañana jueves. Que es la fiesta de la Ascensión, de tanta tradición en Asturias. Tratémosla como tal. Aunque un clero también afrancesado nos prive de la Misa de la festividad. Aunque no sea festivo oficial, vivámosla como si lo fuera. Ni hacer compras ni, si es posible, asistir a clase ni al trabajo.
Celebremos hoy de verdad, con verdadero orgullo, el Veinticinco de Mayo. Una fiesta contrarrevolucionaria y una declaración, la de la Junta General del Principado de Asturias en 1808, que puede resumirse en: Dios, Patria, Fueros y Rey legítimo. El lema del Carlismo, de la Comunión Tradicionalista. La continuidad histórica de aquella Junta General la representa desde 1833 la Junta Carlista del Principado.
Oviedo y Mayo 25 de 2022.
Junta Carlista del Principado de Asturias
Libro de 1979. Cuando el Instituto de Estudios Asturianos (IDEA) no había sido aún destruido por el impostor RIDEA actual
Libro de 1979. Cuando el Instituto de Estudios Asturianos (IDEA) no había sido destruido por el impostor RIDEA actual
La polémica que agita Asturias tiene pretexto lingüístico (o, según algunos, «llingüístico»). Así los asturianos se entretienen, olvidándose de su triste presente y de su probablemente más triste futuro. Pero el trasfondo es peor.
A quienes se oponen a semejante dislate, los «llingüistas» los tildan de antiasturianos. Parece que el orgullo de ser asturiano incluya obligatoriamente el apoyo a la imposición de una lengua inventada, a la que sus castellanohablantes y castellanopensantes promotores tienen la desvergüenza de llamar «asturiana». Pero es que el P.S.O.E. de toda la vida, hasta ayer por la tarde, tenía una opinión muy negativa del orgullo de ser asturiano. En enero de 2011, por ejemplo, Fernando Lastra Valdés (ahora senador socialista por Asturias; político profesional de origen comunista) hacía afirmaciones muy rotundas, a las que replicaba así la Comunión Tradicionalista del Principado de Asturias:
Fernando Lastra: PSOE antiasturiano
Leemos en los periódicos que el portavoz del PSOE en el «Parlamentín» ovetense que usurpa el nombre de la Junta General del Principado, y algo así como ideólogo del socialismo en Asturias, Fernando Lastra, ha afirmado que «el orgullo de sentirse asturiano … es un discurso de extrema derecha, clara y duramente». Lo ha dicho en Gijón, durante el foro socialista «Modernización y eficacia en la Administración Pública: Transparencia y participación», título que en sí mismo ya es todo un sarcasmo.
Ya sabíamos que los socialistas eran antiasturianos. Nos congratulamos de que lo proclamen así, sin dejar lugar a dudas. En cuanto a lo de «extrema derecha», es un cajón de sastre, que no significa nada: los políticos y los medios del juancarlismo ponen esa etiqueta a cualquier cosa que salga de sus estrechos moldes.
El asturianismo de verdad es patrimonio de los tradicionalistas. Lo es históricamente, porque el asturianismo político y cultural es creación tradicionalista; lo es actualmente, porque los políticos del sistema se dividen en anti asturianistas y falsos asturianistas. Políticos del sistema que son responsables, todos ellos, de la situación actual de Asturias: desmantelada y en bancarrota. Una Asturias de la cual, sin embargo, seguimos estando orgullosos, y a la que deseamos devolver prosperidad y autoestima. Para lo cual es preciso deshacerse de los políticos del sistema, y del sistema mismo.
Destacamos en negrita el párrafo final del comunicado, porque se trata de un hecho innegable y sin embargo olvidado. El regionalismo político contemporáneo fue iniciativa del carlista asturiano Juan Vázquez de Mella. Carlistas también fueron los principales cultivadores de la literatura en bable o falas asturianas, desde Juan María Acebal hasta Jesús Evaristo Casariego, pasando por Enrique García-Rendueles y tantos otros. Y los carlistas siempre han estado en contra de la oficialidad de las lenguas, de cualquier lengua. En contra de la oficialidad de las lenguas verdaderas y existentes (la del español o castellano fue introducida por primera vez en la nefasta Constitución de la nefasta Segunda República), ¡cómo no van a estarlo de una pretendida lengua que es en realidad una invención estrafalaria y antiasturiana!
En su enloquecido tirar p’alante —¡que nadie note que corremos hacia el tercermundismo y la miseria!— el presidentín autonómico Adrián Barbón ha hecho buenos a todos sus predecesores. Y era difícil. Aturdir a los asturianos con un artificial problema «llingüístico» —artificial, sí, pero de consecuencias muy graves, tanto en la fractura social como en el desastre que acarrea; desastre económico, desastre en la enseñanza, desastre en la administración pública, aumento colosal del número de parásitos del presupuesto— añadido a otra maniobra aturdidora que ya empezó hace años, la reforma del inútil, contraproducente y, también, antiasturiano Estatuto de Autonomía que Asturias sufre.
Cuando se anunciaba esa malhadada reforma estatutaria, ahora festejada, decía el entonces Jefe Regional de la Comunión Tradicionalista, en acto público celebrado en Oviedo, en el Club Prensa Asturiana, el 24 de febrero de 2006:
Todo esto tiene difícil arreglo en el marco de la Constitución de 1978 y en el de la Unión Europea. Tiene mal arreglo, si se me apura, en el marco del liberalismo, de la democracia y del capitalismo. Pero sería irresponsable por nuestra parte no buscar la forma de paliar los males, cuanto menos en parte, mientras llega el día de la restauración en toda España de la Monarquía Tradicional, Católica, Social y Representativa; mientras no llegue el día de la restauración de la constitución histórica de las Españas, como querían Vázquez de Mella y Jovellanos.
Una reforma del Estatuto de Autonomía llevada a cabo por el actual parlamento asturiano, compuesto exclusivamente por partidos políticos del sistema —y por lo tanto antiasturianos—, no parece, en principio, que vaya a variar la situación. Lo más que se les ocurre a algunos de ellos es variar términos, nombres y títulos… Y multiplicar cargos, organismos y gastos.
Es necesario presionar para que la administración autonómica se simplifique; que no se complique más. Que se acerque un poco más, o que se aleje menos de ellas, a las instituciones tradicionales de Asturias.
Que los municipios y la Universidad, y tal vez otras instituciones, tengan asiento propio en el parlamento regional.
Que se considere seriamente la autonomía conjunta con el Reino de León, que es la continuidad histórica de Asturias, y que es una región complementaria a la nuestra, económica y geográficamente.
Que se utilicen bien los medios aún al alcance de las corporaciones municipales y autonómicas. La poderosa Caja de Ahorros de Asturias, por ejemplo, que debe recuperar plenamente su vocación social inicial. El fomento de la economía social. La restauración de la economía agrícola, ganadera y forestal, que empieza por mejorar las condiciones de vida en el campo. El desarrollo sostenible de verdad. La promoción de las fuentes de energía alternativas. Pero todo esto con medidas concretas, efectivas a medio y largo plazo: no como titulares llamativos para salir del paso y llegar a la siguiente convocatoria electoral. Una política de hechos, y no de palabras, palabras.
Conciliar la unidad de mercado en España, de la cual necesitamos, con una sana y discreta preferencia regional en la contratación y en el consumo.
Que en las próximas elecciones autonómicas y municipales, los partidos políticos al uso pierdan su control del parlamentín y de los concejos. Para éstos es necesario promover la presentación de candidaturas verdaderamente independientes, dispuestas a trabajar por el bien de sus vecinos, y no de sus partidos.
Es preciso, en fin, deshacer la tupida tela de araña de subvenciones, concesiones, empleos y sinecuras que sostiene desde una turba de profesionales de la pequeña política hasta grupos de extrema izquierda y delegaciones de narcoterroristas, pasando por empresarios de trayectoria dudosa. Parásitos todos ellos de una región que no puede permitírselos, y tela de araña que nos asfixia.
En 1916 y 1918 el Carlismo demostró su disposición abierta y generosa, al aglutinar en el movimiento asturianista a personas ajenas a la Comunión Tradicionalista, e incluso procedentes de otros campos políticos. Así la entonces formada Junta Regionalista del Principado, impulsada por Vázquez de Mella, contó no sólo con jaimistas (nombre que entonces recibían los carlistas), sino con independientes y con desengañados del conservadurismo, del liberalismo y de la incipiente democracia cristiana. Junto a los tradicionalistas vinieron hombres como Álvaro Fernández de Miranda o Fabriciano González. Aquel prometedor resurgir se vio truncado por la Dictadura de Primo de Rivera y por la Segunda República; quedaron los rescoldos, sostenidos por el Círculo Vázquez de Mella y por el asturianismo cultural que se concretó en el viejo Instituto de Estudios Asturianos (y digo «viejo», porque tras su asalto por parte de los políticos autonómicos, el ahora llamado RIDEA no tiene ni idea).
Hoy volvemos a llamar a los asturianos de buena voluntad a emprender una labor regeneradora, que pasa por la presencia en el parlamentín de la calle Fruela de verdaderos representantes de Asturias. El Carlismo, la Comunión Tradicionalista, en este septuagésimo octavo aniversario de Vázquez de Mella, tiende la mano.
Como terminaba la Junta Carlista del Principado su Declaración del Veinticinco de Mayo de 2005: «Necesitamos recuperar el espíritu de los alzados en 1808; reducir el poder de partidos, oligarcas y grupos de presión, y recuperar nuestras instituciones tradicionales. Salvarnos y salvar a España. Recuperar el espíritu del lema de nuestras banderas:
«ASTURIAS NUNCA VENCIDA».
Los que quieren imponer ahora la «oficialidá» son los mismos que se cargaron la Caja de Ahorros de Asturias. Entre otras tantas cosas. Son también los que pretenden llevar mahometanos a Covadonga —literalmente— en 2022 para celebrar juntos los 1.300 años de la batalla. Seguramente serán moros «asturfalantes».
Estos días vuelve a hablarse —no lo suficiente, pues las deliberaciones de las instituciones europeas y de sus cómplices locales transcurren siempre en secreto casi masónico— de la nefasta PAC (la «política agraria común» de la Unión Europea) y de sus pésimas consecuencias para el campo asturiano. Cuyos ganaderos, los pocos que sobreviven, están sufriendo también la ofensiva de la propaganda sobre el «calentamiento global» y la contribución al mismo que, según dicha propaganda, estaría haciendo la ganadería. Por no hablar de los delirios veganos.
Históricamente en la ganadería asturiana ha predominado el vacuno. Casi siempre de aprovechamiento mixto (carne y leche, además de animales de tiro y carga), evolucionó durante el siglo XX hacia la producción principalmente láctea. Tras el desgraciado ingreso de España en la Comunidad Económica Europea y la entrada de las multinacionales y de los malos hábitos de consumo (la leche de larga duración, por ejemplo, fácilmente importada) promocionados por ellas, la tendencia se invirtió y hoy la producción cárnica se impone en el sector.
Los males que aquejan a la ganadería, y a la economía tradicional asturiana en general, empezaron hace mucho tiempo. Contra ellos se alzó la voz del Carlismo, que también señaló el camino que debía seguirse. En marzo de 1978, por ejemplo, la Junta Regional de la Comunión Tradicionalista del Principado de Asturias distribuyó una nota de prensa sobre el asunto, en cuya vigorosa redacción se adivina la mano de Jesús Evaristo Casariego. El día 28 de aquel mes la extractaba así el diario gijonés El Comercio:
Los caminos de Asturias se han cubierto estos días de tractores en ostensible, pero pacífica, manifestación que materializa una protesta justísima de los campesinos, entre los que figuran correligionarios y simpatizantes de la Causa que representamos.
Su actitud tiene todo nuestro apoyo, y se lo damos con total entusiasmo. Ya en 1976 manifestábamos nuestra postura bien claramente cuando el «Boletín Oficial del Estado» autorizaba la subida de la leche en 1,9 pesetas/litro, con el siguiente injusto y monstruoso reparto:
— Para las industrias o centrales lecheras, 0,9 pesetas. — Para los vendedores, 0,7 pesetas. — Para los transportistas, 0,2 pesetas. — Y para los campesinos productores, 0,1 pesetas.
Es decir, que al campesino que con duro trabajo y riesgo crea la riqueza, sólo le correspondía una participación insignificante, la menor de todas, mientras que la parte más importante se la llevaban las industrias lácteas, muchas de ellas en manos de capitalistas extranjeros, y los intermediarios. Actualmente el ganadero recibe, aproximadamente, la mitad del precio pagado por el consumidor final.
Todo ello es consecuencia de «un orden social que no es el que representamos nosotros» como afirmó hace ya sesenta años el insigne carlista asturiano Vázquez de Mella, sino el orden del capitalismo liberal internacional, apoyado en el mundo occidental por los demócratas y socialistas domesticados, y contra el cual cuenta el Carlismo con casi siglo y medio de constante lucha en defensa de los auténticos intereses espirituales y materiales del pueblo español.
Pero no es sólo este problema de la ganadería. Ahí están también los de la agricultura, la pesca y la minería. Así, sabemos que el pescado vale en la rula la mitad que en el mercado, e igual ocurre con los productos del agro y la minería. Sólo una mitad de los precios que el pueblo paga va a parar a los sufridos agricultores, pescadores y mineros.
Mientras subsista el régimen socioeconómico actual defendido por los que se llaman demócratas y socialistas, izquierdistas o derechistas o centristas «europeizantes»; mientras sean dueñas del Estado estas democracias hedonistas materializadas, entregadas a los codiciosos grupos de presión multinacionales, con sus socialistas colaboracionistas: mientras se gobierne a medida de los agiotistas internacionales y sus lacayos de acá, el pueblo español seguirá siendo su víctima.
Frente al régimen imperante, nosotros, los carlistas propugnamos un orden socioeconómico nuevo y radicalmente distinto al de los demoliberales y socialistas. Un orden español que se constituya al servicio directo de los españoles, sin doctrinarismo copiado del extranjero con sus instituciones y leyes traducidas que no nos sirven, que vienen impuestas por esos grupos de presión internacionales que hoy por desgracia ya son dueños de la gobernación y la economía de España y que tan decisivo papel jugaron en las recusables elecciones últimas.
Como alternativa a esta situación, los carlistas propugnamos un orden nuevo y a la española. Entre otras soluciones proponemos la creación de poderosas cooperativas de producción y distribución y la reconstrucción de grandes propiedades colectivas del pueblo y a su servicio, que den autarquía a las instituciones y estamentos populares. Tal es la posición centenaria de nuestros pensadores y economistas.
Esa misma irritación, esa misma ferocidad indican que, hoy como en 1978 y como en 1833, la solución está en la Tradición. Y que los esbirros de la plutocracia siguen dispuestos a combatirla.