Hoy hace doscientos catorce años «deliberó la Junta [General del Principado] con asistencia del Real Acuerdo, y por el que se celebró en el día de hoy, llevar á efecto el armamento del Exército Defensivo Asturiano, en obsequio de la Religión, de la Patria, y de la común felicidad».
Hoy, en el año 2022, volvemos a ver a Asturias y a España en manos de afrancesados. En todos los sentidos de este término, todos ellos negativos. Como justo antes de aquel 1808, estamos sometidos a alianzas contra natura y a organismos internacionales contrarios al bien de nuestra región y de nuestra Patria. En realidad estamos mucho peor que entonces: estamos arruinados, devastados. Nuestras instituciones tradicionales han desaparecido. Hay en Oviedo un grotesco parlamento autonómico, un Parlamentín de afrancesados, que usurpa el nombre de la Junta General del Principado. Hay un no menos grotesco gobierno autonómico, también un Gobiernín de afrancesados, que sigue arruinando y endeudando a la región y procurando borrar sus señas de identidad. Se escamotea el verdadero asturianismo y se sustituye por la promoción de lenguas inventadas; se sigue robando a los muertos y a los vivos cada vez que toca recibir una herencia; se niega la protección a la familia y, al contrario, se promociona cuanto pueda ir contra ella; se evita restituir los comunales a los pueblos y se fomenta en cambio la especulación; se facilita la extranjerización, cultural y económica.
Un pueblo como el asturiano no puede seguir así. Tiene que reaccionar. Si no reacciona, desaparecerá.
Empecemos mañana jueves. Que es la fiesta de la Ascensión, de tanta tradición en Asturias. Tratémosla como tal. Aunque un clero también afrancesado nos prive de la Misa de la festividad. Aunque no sea festivo oficial, vivámosla como si lo fuera. Ni hacer compras ni, si es posible, asistir a clase ni al trabajo.
Celebremos hoy de verdad, con verdadero orgullo, el Veinticinco de Mayo. Una fiesta contrarrevolucionaria y una declaración, la de la Junta General del Principado de Asturias en 1808, que puede resumirse en: Dios, Patria, Fueros y Rey legítimo. El lema del Carlismo, de la Comunión Tradicionalista. La continuidad histórica de aquella Junta General la representa desde 1833 la Junta Carlista del Principado.
Oviedo y Mayo 25 de 2022.
Junta Carlista del Principado de Asturias
Libro de 1979. Cuando el Instituto de Estudios Asturianos (IDEA) no había sido aún destruido por el impostor RIDEA actual
El jueves 10 de marzo, fecha en que los carlistas celebramos la fiesta de los Mártires de la Tradición, instituida por Don Carlos VII para sufragio de «las almas de los que nos han precedido en esta lucha secular», un grupo de correligionarios del Principado de Asturias hicimos lo propio en el concejo de Gijón.
A la una de la tarde se ofició la Santa Misa en una capilla particular en Cabueñes, haciendo realidad un año más aquellas palabras de Eneas: «y cual si la familia carlista no terminase en el sepulcro, sino que se prolongase en la eternidad, hay entre nosotros comunidad de oraciones y sufragios […] Ninguno pasa las fronteras del tiempo sin que le acompañen como escolta de honor las plegarias de sus hermanos».
A la Santa Misa siguió una distendida comida de hermandad. Durante la jornada, los presentes pudimos poner en común nuestras impresiones sobre la actualidad, rememorando al mismo tiempo la ejecutoria de quienes nos precedieron, con particular recuerdo a los leales de esta tierra: los Menéndez de Luarca, Díaz Caneja, Estrada, Arias de Velasco, Laviada y tantas otras familias distinguidas de la Causa. Juan María Acebal, príncipe de los poetas asturianos (cuyo aniversario de nacimiento celebramos dos días antes, el 8 de marzo), Emilio Valenciano (mártir de sangre), el sacerdote y también poeta García-Rendueles o el gran Jesús Evaristo Casariego, sin olvidar al Verbo de la Tradición, Juan Vázquez de Mella, fueron otros nombres que estuvieron igualmente presentes en nuestra memoria.
En Oviedo se celebró la Santa Misa por los Mártires de la Tradición el domingo 13 de marzo, en la ermita de Santo Medero. A la salida se repartió el Mensaje de Don Sixto Enrique de Borbón con motivo de esta fiesta.
Nos preguntan por una conferencia que, al parecer, estaba anunciada para ayer miércoles en el Hotel España de Oviedo, organizada por «la Comunión Tradicionalista Carlista».
No. La Comunión Tradicionalista Carlista de Asturias o, lo que es lo mismo, la Comunión Tradicionalista del Principado de Asturias no tenía nada que ver. Una o dos veces al año cierta señora ovetense, tan bienintencionada como desnortada, proporciona los medios para la venida de alguien de fuera de Asturias, más o menos relacionado con un grupito democratacristiano que usurpa las siglas C.T.C. (Comunión Tradicionalista Carlista) —grupo al que en adelante nos referiremos como F.C.T.C. (falsa comunión tradicionalista carlista)— que nunca ha tenido presencia en nuestra región y que actualmente está reducido a un apéndice vergonzante (o no tanto) del partido liberal Vox.
En realidad casi deberíamos agradecer esa insistencia en fingir que existen en Asturias. Hay jóvenes hoy en el Carlismo que en su día se acercaron con ingenuo interés a una de esas conferencias espurias, y a continuación buscaron y encontraron la verdadera Comunión Tradicionalista tras darse cuenta de que ésos que usaban las siglas C.T.C. no podían ser carlistas. El grupito democratacristiano en cuestión carece de personas políticamente bien formadas o simplemente de cierta solidez intelectual.
Quizá a alguno le extrañe la frase anterior, sabiendo que el conferenciante anunciado para ayer por la F.C.T.C. era Javier Barraycoa. Baste para disipar la extrañeza la siguiente cita del último número de la revista madrileña Verbo (601-602, enero-febrero de 2022, página 23). Haciendo historia y refiriéndose a sus colaboradores pasados procedentes de la barcelonesa Schola Cordis Iesu, la revista le dedica esta brevísima mención: «Javier Barraycoa, que no responde totalmente al patrón general que los distingue y que, en todo caso, ha sufrido últimamente una no pequeña evolución». Explicitando: alguien que prometía, pero que desde hace unos años se ha ido alejando del tradicionalismo.
Pero volvamos a la festividad de los Mártires de la Tradición.
Como estaba ya anunciado, se celebrará hoy jueves 10 de marzo en Gijón. A las 13:00 (una de la tarde, D.m.) se oficiará la Santa Misa en una capilla particular de Cabueñes, seguida de una comida de hermandad. Más información en el correo electrónico asturias@carlismo.es.
En Oviedo la Santa Misa por los Mártires de la Tradición tendrá lugar el domingo 13 de marzo, a las 12:00 (doce del mediodía) en la Ermita de Santo Medero (Latores).
La festividad de los Mártires de la Tradición fue instituida en 1895 por Don Carlos VII, Rey legítimo de las Españas, mediante carta desde su exilio en Venecia a su Jefe Delegado, el Marqués de Cerralbo: «una fiesta nacional en honor de los mártires que, desde principio del s. XIX, han perecido a la sombra de la bandera de Dios, Patria y Rey, en los campos de batalla, en el destierro, en los calabozos y en los hospitales; y designo para celebrarla el día 10 de marzo de cada año, día en que se conmemora el aniversario de la muerte de mi abuelo Carlos V». «Debemos procurar sufragios a las almas de los que nos han precedido en esta lucha secular, y honrar su memoria de todas las maneras imaginables, para que sirvan de estímulo y ejemplo de los jóvenes y mantengan vivo en ellos el fuego sagrado del amor a Dios, a la Patria y al Rey».
El pasado domingo era el primero de Cuaresma. El día anterior, Sábado después del Miércoles de Ceniza, sufrió Oviedo el «gran desfile del Carnaval». El domingo continuaban (y finalizaban, gracias a Dios) en la ciudad los festejos del «Carnaval» instituidos por el Ayuntamiento presidido por el «católico» Alfredo Canteli y gobernado por la coalición del Partido Popular y de Ciudadanos.
Como hace unos días señalaba LAS LIBERTADES en las redes sociales, el Carnaval termina cuando empieza la Cuaresma. Por lo que el Ayuntamiento de Oviedo, organizador de esta artificial carnavalada, desprecia y escarnece la religión e impide a los cristianos el recogimiento propio de este tiempo; se burla del Miércoles de Ceniza (que fue el pasado 2 de marzo, no se olvide) y de nuestra ciudad, además de convertir a Oviedo en objeto de mofa.
Este disparate sacrílego no es nuevo. El Carnaval (o, como algunos pretenden, el Antroxu) murió hace muchos años. Murió porque dejó de observarse estrictamente la Cuaresma, que antaño era tiempo de verdadera penitencia. Desaparecida ésta, el Carnaval dejó de tener sentido. Nunca había sido festivo oficial ni escolar, ni estaba organizado por los poderes públicos. Era espontáneo y popular, y en nada se parecía a las actuales carnavaladas municipales.
Los primeros ayuntamientos «democráticos» en manos de la izquierda decidieron reinventar el Carnaval, decretando, promoviendo y financiando estos jolgorios que son mezcla de fiesta infantil estadounidense, imitación cutre de Río de Janeiro y desfile del Orgullo sodomita. En Asturias fueron pioneros los de Gijón y Avilés, en manos del PSOE y de su muleta el PCE (más tarde Izquierda Unida). Pero al menos respetaron las fechas: el Martes de Carnaval se acababa la cosa.
Los de la derecha los imitaron, por supuesto. Y los ayuntamientos asturianos en manos del Partido Popular invadieron tranquilamente la Cuaresma con sus carnavaladas. Los más caracterizados, como eran los de Villaviciosa y Oviedo.
Alguno dirá que se hacía con el fin de promover el turismo, separando las fechas de «su» Carnaval de las de los concejos vecinos. Si fuera así sería ya bastante malo, por el profundo desprecio a la religión que denotaría. Pero no es sólo eso, como queda demostrado con mirar a las atrocidades que el Ayuntamiento de Oviedo perpetra durante las Navidades. Veamos las últimas.
Desfile de Santa Claus, renos y elfos, por las calles de Oviedo el día de Nochebuena de 2021. ¿Se puede caer más bajo? (Foto Paco Paredes / EFE)
La estrella ovetense de las pasadas Navidades fue… ¡Papá Noël! O eso decían el Ayuntamiento y los medios del régimen, porque siempre confunden el francés Papá Noël con el estadounidense Santa Claus. (En su descargo cabe decir que muchos franceses de hoy también los confunden). El Oviedo que sufre a Alfredo Canteli sufrió también hasta un desfile de Santa Claus, en plan versión pueblerina de Nueva York. «La idea es dinamizar la ciudad, su comercio y su hostelería», dijo la concejal del PP Covadonga Díaz, y subrayó que hay desfiles similares en otras ciudades (en otras ciudades en manos del extranjerizante PP). Por su parte, la concejal de Vox en el consistorio, Cristina Coto, acusó a Canteli de secularizar la Navidad ovetense: «Nos sorprende que Canteli, autodeclarado católico, secularice la Navidad ovetense con el desfile de Papá Noël». A la hora de entrar en detalles, la de la marca verde del PP no pudo, o no quiso, evitar caer en el ya manido sociologismo para sostener su acusación: «la religión mayoritaria en España es la católica». Resulta hasta divertido leer a Cristina Coto de la Mata criticar lo de Santa Claus. Porque antes de estar en Vox estuvo en FAC (Foro Álvarez-Cascos, alias Foro Asturias de Ciudadanos) y antes de eso en el Partido Popular, que abandonó el mismo año que Gabino de Lorenzo dejó la alcaldía de Oviedo. Y fue Gabino de Lorenzo, precisamente, quien secularizadoramente introdujo a Santa Claus (Papá Noël para sus adeptos carbayones) en las Navidades de la ciudad. Claro que él, adalid de la horterada, puso en las calles un trineo de Santa Claus… eléctrico. El de Canteli estaba tirado por renos de verdad. Si es que no se ahorran medios para que Oviedo sea cada vez menos ovetense.
También resultaría casi divertido, si el asunto no fuera tan serio, oír a la concejal de Vox quejarse de la secularización. Ella, que ha dado ejemplo de cristiandad «casándose» ante notario; que eso del sacramento está muy visto… Claro que en esto de la burla del sacramento, Alfredo Canteli también compite. Poco después de su elección, el «católico» alcalde ofició con gran pompa y boato y grandes muestras de satisfacción un «matrimonio» de sodomitas. Del PP, por supuesto.
Dejamos para otra ocasión ampliar el asunto con las relaciones aparentemente cordialísimas que estos consistorios de derechas mantienen con el Arzobispado. Su titular, Fray Jesús Sanz, sacó hace pocos días una de sus cartas semanales, dedicada al conflicto de Ucrania. Pide en ella no perderse en «batallas ideológicas», pero los términos en que se refiere a los implicados parecen sacados de las soflamas del PP o de Vox. No es la primera vez. A lo mejor en este liberalismo y esta extranjerización comunes reside el secreto de tan buen entendimiento con la derecha laicista.
El lunes 24 de enero, tres meses antes de cumplir los cien años, ha fallecido en Madrid Rosa María Menéndez Carrillo, viuda de Jaime Caldevilla García del Villar. Ambos nombres van unidos al de la revista Iglesia-Mundo. Jaime Caldevilla, asturiano como su mujer, que había sufrido prisión durante la revolución de 1934, durante la guerra combatió en el Tercio de Requetés de Nuestra Señora de Covadonga. Estudió posteriormente Filosofía y Derecho en Oviedo, aunque su principal dedicación iba a ser el periodismo. Dirigió el diario Región y desempeñó el puesto de consejero de Información y Prensa en la Embajada de España en Cuba, participando como experto de la delegación española en tres asambleas generales de Naciones Unidas. Su época cubana coincide con la revolución castrista, periodo en el que facilitó la salida de la isla a miles de españoles y cubanos. Respecto de éstos su ayuda se extendió y recuerdo en la redacción y administración de Iglesia-Mundo a varios cubanos que se habían beneficiado de su generosidad.
Nació la revista en 1971, en el contexto de la famosa Asamblea Conjunta de obispos y sacerdotes, que agitó las aguas eclesiásticas con la aparición —que a algunos sorprendió, cuando lo que sorprendía era la sorpresa— de un progresismo campante. Una treintena de obispos se hallaba detrás del proyecto, aunque el número decreciera enseguida sensiblemente. Don Laureano Castán Lacoma, obispo de Sigüenza, y don José Guerra Campos, obispo auxiliar de Madrid, se distinguieron particularmente por su apoyo. Además, las tensiones entre los propios obispos, de un lado, y entre los obispos y la revista, de otro, no tardaron en aparecer. El arzobispo de Toledo, don Marcelo González Martín, que quizá no tuvo vinculación inicial con la empresa, fue adquiriendo en cambio con el paso del tiempo indudable relieve. Las razones de todo ello tienen algún punto de misterio, no ajeno al desenvolvimiento de las sapinières eclesiásticas. Y también a la acción de los servicios de información del régimen de Franco. Porque Carrero Blanco también andaba en el juego.
La revista, en todo caso, se movió generalmente por los predios del conservadurismo eclesial, sin entusiasmo por las reformas conciliares, pero sin oponerse tampoco decididamente a ellas. En este sentido, roturaba otros campos distintos de los del ¿Qué pasa?, cuya segunda época, la más interesante, se extendió entre 1964 y 1973, con un estrambote entre 1978 y 1981. La publicación dirigida por el «jabalí» Pérez Madrigal, más selvática, no era controlable por la jerarquía eclesiástica, aunque del lado civil también se moviera alguna mano. Así pues, los colaboradores tradicionalistas eran particularmente visibles. Y, entre ellos, destacaba el libérrimo Alberto Ruiz de Galarreta y su legión de nombres de pluma. En Iglesia-Mundo, en cambio, sólo ocasionalmente pudo darse alguna apertura al tradicionalismo y siempre que no resultara chocante al establishment clerical y civil.
Jaime Caldevilla apenas sobrevivió a Franco, pues falleció en 1976. Su viuda, Rosa, tomó entonces el relevo. De ese momento inmediatamente posterior a la desaparición del primer director datan mis primeros recuerdos personales de Iglesia-Mundo. En 1978, EDIMSA, esto es «Ediciones Iglesia-Mundo, Sociedad Anónima», nombró director a Jesús María Zuloaga, periodista experimentado, inquieto y más bien disparatado, que cambió el formato, de manera poco feliz, y nunca llegó a identificarse ni con la línea fundacional ni con la que otros hubiéramos preferido adquiriese. De origen opusiano, aunque a la sazón con alguna autonomía, fue represaliado como director de Semana en 1966 por haber publicado la víspera del acto anual de Montejurra, en la portada, una foto de Carlos Hugo de Borbón (antes de que cupiera imaginar su posterior traición) con su mujer la Princesa Irene de Lippe-Biesterfeld, seguida de un reportaje interior. Guardo memoria de los consejos de redacción, donde la presencia carlista no era menor, con Juan Sáenz-Díez, Ignacio Toca y Rafael Gambra, además de Juan María Bonelli, Eulogio Ramírez, Vicente Marrero y los dominicos —ambos asturianos— Victorino Rodríguez y Manuel de Tuya. Pero los consejos de redacción no eran decisorios. Decidía Rosa, directora en la sombra, aunque sin entrometerse —todo sea dicho— en las cuestiones técnicas. Rosa Menéndez era una mujer de temperamento fuerte y ejercía —pese a no haber tenido hijos— en su familia de origen como una suerte de matriarca. Sostuvo así con una generosidad y un vigor admirables la que había sido empresa de su marido y que fue también la de su vida.
Zuloaga duró poco, pese a que se esforzó en renovar la revista, pero sin criterio. Una pena, porque era persona con iniciativa y que se hacía querer. Pero era demasiado obvia su inadecuación para una revista del signo de Iglesia-Mundo. Tras una transición en la que, como en la ocasión anterior, se hizo cargo Pedro Rodrigo, buena persona, franco-falangista típico sin particular interés, en 1988 la empresa nombró director a Ricardo Pardo Zancada. Comandante de Infantería, acababa de salir de prisión, a donde había ido a dar de resultas de la intentona del 23-F, en la que por mantener su palabra había participado —entrando en el Congreso— cuando todo estaba ya perdido. Había aprovechado el paso por la prisión militar de Alcalá de Henares para doctorarse en Ciencias de la Información, pues a su formación militar unía la universitaria de periodismo y antes de los hechos evocados había ejercido de redactor-jefe de la revista del Apostolado Castrense Reconquista. Pardo Zancada era un caballero, pero aún menos adecuado que Zuloaga para la dirección de Iglesia-Mundo, pues —pese a esa experiencia periodística— su conocimiento de los asuntos eclesiásticos no era demasiado extenso ni agudo y, además, era de Estado Mayor, esto es, cuadriculado por definición. La revista fue declinando, y no sólo por su culpa, con las inevitables consecuencias económicas, de modo que Pardo Zancada hubo de dejar la dirección, que volvió a las manos —una vez más— de Pedro Rodrigo. El principal elemento de continuidad siguió siendo Rosa Menéndez, en funciones de redactor-jefe, que en verdad quería decir de jefe de todo.
Esos últimos años, la revista se vio obligada a dejar su sede de José Abascal, 57, para trasladarse a una mucho más modesta en el barrio de la Fuente del Berro. Donde moriría merced a la devoción de Rosa, combinada con una decisión equivocada. Javier Urcelay, que merodeaba en ocasiones por la redacción, pero sin formar parte del consejo, presentó un ambicioso proyecto de relanzamiento de la revista, que implicaba unos costes que la empresa no estaba en condiciones de soportar. El cuento de la lechera en versión de tinta y papel. Me opuse en solitario con decisión y cuando me vi derrotado, sin polémicas, le dije reservadamente a Rosa que la revista moriría inevitablemente en poco tiempo desangrada por un gasto que no se resolvería en el crecimiento de los ingresos. Así fue. Si no me confundo, en 1994. El promotor, por cierto, trató de extender el plan a Verbo y la Ciudad Católica, con rotundo fracaso en este caso, pues ahí fue rechazado de modo completo. Como seguí tratando a Rosa Caldevilla, tuve ocasión de evocar la desgraciada decisión más adelante varias veces. En honor a la verdad, Rosa nunca quiso ahondar en el asunto. Lo que me hace sospechar la mano negra de algún sodalicio secreto o, como dicen, discreto.
Nunca dejamos de vernos o de hablar por teléfono. Con gran generosidad me solía llamar para comentar aquellas de mis actividades apostólicas de que tenía noticia por el papel impreso. Sobre todo en Verbo, pero también en el ABC. Las llamadas se fueron espaciando por causa de las dificultades crecientes de audición. De manera que los contactos se limitaron a las visitas, demasiado pocas, que de cuando en cuando le hacía. Todavía en 2019 acudí a su casa de Doctor Fleming, donde la acompañaban ese día una de sus hermanas pequeñas con alguno de sus sobrinos. Estaba muy mayor, claro, pero lúcida, sonriente y decidida. Como siempre. Me fui con esa alegría. Estos dos últimos años han sido perdidos, a causa de las circunstancias de sobra conocidas. Casi centenaria, con la fe recia que siempre tuvo, nos acaba de dejar. Requiescat in pace.
Miguel Ayuso
La redacción de LAS LIBERTADES agradece al Profesor Miguel Ayuso Torres, presidente del Consejo de Estudios Hispánicos Felipe II y director de la revista Verbo, esta necrológica que nos envía desde Madrid de la asturiana Rosa María Menéndez Carrillo, que es también historia del periodismo asturiano.